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Zirka Frómeta, una “incógnita” sobre el tablero de ajedrez

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La Habana.- CADA conversación con la santiaguera Zirka Frómeta se convierte en una especie de regreso a uno de los momentos de más esplendor para el ajedrez en Cuba.

Como si el tiempo no hubiese transcurrido, sus vivencias traen al presente detalles de aquellos emocionantes campeonatos nacionales celebrados en la década de 1980, en que junto a ella brillaron figuras emblemáticas como Acela de Armas, Vivian Ramón, Ana Luisa Carvajal, Marisela Palau y Tania Hernández, por solo mencionar algunas.

Fiel a su carácter distendido, Zirka “salta” de un tema a otro en el diálogo, intercala alguna pregunta cual entrevistadora, porque prefiere esquivar las formalidades y convertir el momento en una simple conversación.

Mientras habla quedan en el aire algunas respuestas, pues reconoce que olvida las fechas exactas, quizás el motivo por el que rehuía de las aperturas demasiado establecidas.

Después de tres reinados en la Isla (1981, 1983, 1987) y seis incursiones en olimpiadas, puede presumir de ser una de las pocas cubanas con medalla a ese nivel, proeza conseguida en la edición de Dubái 1986, cuando acaparó la de bronce como tercer tablero del elenco femenino.

«Realmente jugué todo el torneo sin pensar en la medalla, sabía que estaba en muy buen momento y fui ganando partida a partida, sin darme cuenta de la posibilidad…», recuerda sobre lo vivido en una cita en que anotó nueve puntos de 12 posibles.

«Gané exactamente luego de la partida con la soviética Elena Akhmilovskaya, quien en ese momento era la subcampeona del mundo, pues había perdido el match por la corona con la también soviética Maia Chiburdanidze», aclara con orgullo.

«Incluso, creo que los árbitros de la competencia nunca revisaron bien, pero con esa puntuación y por las mujeres que enfrenté debo haber hecho allí mi primera norma de gran maestra», agrega sobre un detalle que le hubiera acortado el camino hacia el máximo título de la federación internacional de este deporte.

Tuvo que esperar mucho más tiempo para conseguir ese reconocimiento. Le llegó junto con otro de los hitos de su extensa trayectoria, cuando ganó el campeonato panamericano de 2008, celebrado en la capital salvadoreña.

«Ahí quizás ni lo esperaba. No estaba en mi mejor momento, por decirlo de alguna manera», confiesa comparando en retrospectiva ambos desempeños.

«Nunca estuve tan dedicada al ajedrez como en los años 80. Tenía juventud y vivía en La Habana. Jugaba mucho, sobre todo con los hombres, y eso creo que me dio el nivel para ese resultado de la olimpiada», afirma.

Zirka forma parte de una época lejana a la del ajedrez estrechamente vinculado a la informática que se vive actualmente. Asegura que toda su preparación fue “cargando” a todos lados con tablero, piezas y montones de libros y revistas, en que repasaban las aperturas y se ponían al tanto de las novedades del Juego Ciencia.

«Todo ha cambiado, ahora un niño pequeño tiene acceso a una computadora con toda la información. En estos momentos, en tres días puedes revisar la información que antes te tomaba más de un mes… A mí nunca me gustó mucho estudiar, lo mío era la práctica, jugar y jugar», afirma, aunque se trate de un secreto a voces para quienes más la conocen.

Fue temida por el juego táctico. Incluso, entre sus rivales circulaba la teoría de que no se le podía permitir que colocara un caballo en el centro del tablero porque hacía maravillas. Muchas perdieron sin percatarse de ese error.

A sus oponentes tampoco les sirvió establecer estrategias para una apertura determinada, pues la improvisación ha sido uno de sus signos distintivos. Le bastaba medio segundo para sorprender con movimientos “fuera de los libros” y cambiar la decoración sobre el tablero.

«Eso es verdad (risas). No fui de mucho entrenamiento de teoría, jugar era lo mío. Tenía un muy buen golpe de vista, la frase que usamos es “enredar la posición”… Me sentía bien en esas partidas en que entras en el terreno de la táctica y hay que calcular jugadas sin importar más nada», asiente.

Zirka no ha dejado de mover piezas y el ejemplo más reciente fue su actuación en el grupo sénior del reciente torneo Capablanca, pero también le apasiona enseñar los secretos del juego a los niños, algo que la mantiene activa en la localidad matancera de Santa Marta.

Su sueño consiste en crear allí una academia para dar mayor continuidad a una labor que desarrolla desde la escuela primaria, pero se pierde casi siempre cuando los niños avanzan a la secundaria.

«Quiero buscar un local para crear una academia. Tengo niños que cuando terminan la primaria no tienen un lugar donde continuar el ajedrez y se pierde el talento», dice acerca de sus planes para seguir aportando al deporte al que ha dedicado la vida.

«Disfruto integrarme a las nuevas generaciones, hacer cualquier cosa relacionada con el ajedrez, porque cuando conoces este fascinante mundo resulta casi imposible salir. Te apasiona y no puedes dejarlo», admite.

«El ajedrez deja muchas satisfacciones, prepara para la vida. Creo que aprender a buscar variantes y hacer cálculos de jugadas es una filosofía de vida que luego puedes aplicar a las cosas cotidianas», insiste convencida de que todo habría sido diferente si no se hubiera dedicado a este milenario juego.